Bien
es sabido que el mayor anhelo de una partitura es ser interpretada por manos
apasionadas y que el deseo ferviente de un cuadro es ser admirado (o criticado,
váyase usted a saber) por aquellos a los que se muestra al mundo. Lo mismo
sucede con una pieza de danza, una escultura, una película o cualquier
manifestación artística. La literatura no podía ser menos. Ver una obra
publicada es ya de por sí un nacimiento que queda grabado a fuego. Todas las
vertientes del arte, de una u otra manera, guardan entre sí ese proceso
artesanal, cuidado, laborioso y silencioso que se fragua en el interior de cada
uno de los individuos. El esfuerzo y el
tesón, las contradicciones o las negativas… los binomios que acompañan todo
este proceso lo dotan, finalmente, de la importancia de una obra terminada y
culminada. Una catarsis personal del autor/a para compartir con el mundo.
Cuando
Virginia Woolf apuntaba que “es la escritura, no el ser leído, lo que me
emociona. La alegría está en el hacer” manifestaba el ya mencionado proceso
cuidado y artesanal de una obra.
Y es
precisamente esta idea la que ha acompañado a 2000 Románticos (@2000Romanticos) durante todo este año y que
culminó el pasado 29 de junio con la presentación y firma de libros del IV
certamen de relatos de terror. Desde que el pasado 18 de mayo se dieran a
conocer los nombres de los finalistas y la ganadora de esta cuarta edición todo
este tiempo se ha fraguado a fuego lento, con mimo, dedicación y
profesionalidad la edición de la citada obra.
Irene,
Víctor, Ángela, Mauro, Jesús, Amanda, Nadia, Marina, Lara, Nerea, Martina,
Carmen, Pablo, Carlos, Aurora, María, Paula, Ionela, Juan y Pablo.
Estos
son los nombres de los veinte jóvenes que ayer vieron su relato publicado en la
obra de 2000 románticos. Pudieron contemplar sus impresiones, ideas y tramas
plasmadas de forma colectiva en un libro que publica Loqueleo (editorial Santillana) exclusivamente para este concurso
literario.
Todo
ello en un espacio inmejorable como era el salón de actos de la Fundación
Telefónica. Con Fernando Marías y Santiago García-Clairac como maestros
de ceremonia, el evento se centró en un gracias mayúsculo a todas las personas
que hacen posible que apuestas tan importantes como dar visibilidad a la
calidad literaria de las nuevas generaciones se puedan llevar a cabo y sean una
realidad. En mitad de un mundo marcado por las prisas, las tensiones y la
inmediatez encontrar oasis en el que la dedicación, el silencio y la suma de palabras
tengan esta repercusión son de agradecer. De ahí, el agradecimiento y la
apuesta de la Fundación Telefónica, Loqueleo o escuela de escritores por
respaldar, apoyar y potenciar estas prácticas entre los más jóvenes.
Rosa Huertas , como miembro
del jurado, confesó el privilegio que supuso para ella poder leer todos y cada
uno de ellos y ver que, año tras año, la decisión para elegir los 20 relatos
finalistas es más compleja porque la calidad de los textos aumenta. Esto
garantiza una buena cantera de escritores y lectores y vuelve a demostrar que
los jóvenes no están desenganchados de la literatura; al contrario.
Por
su parte, Maite Malagón (editorial
Loqueleo) compartió aquello que el ojo no ve pero que es necesario para que una
obra venga al mundo en condiciones óptimas. Tras felicitar a todos los
participantes (tanto los presentes como aquellos que se habían animado a enviar
su relato pero no habían sido seleccionados) dio protagonismo a todas aquellas
personas que están entre bastidores para
que una edición tenga la calidad que merece. Tal y como ella misma apuntó “al
final el libro se debe convertir en algo exclusivo porque el lector se apropia
del libro y lo interpreta a su manera”.
Por
eso no podíamos pasar la oportunidad de compartir ese colofón que ella misma
leyó durante el acto y que convirtió a todos los presentes en cómplices de esta
obra.
“Aquí
acaba este libro
escrito,
ilustrado, diseñado, editado, impreso
por
personas que aman los libros .
Aquí
acaba este libro que tú has leído,
el
libro que ya eres.”
Todo
lo que vino a continuación no fue sino el resultado de lo que ya éramos con
este libro: una realidad literaria compartida entre desconocidos y unida por
estos veinte escritores/as. Una realidad unidad por 2000 Románticos. Un momento de encuentro entre firmas que
comenzaron siendo dubitativas con “¿y qué te pongo?” para ir creciendo con
frases como “espero que te guste” o “gracias por venir”. Todo ello salpicado
por miradas cómplices con familiares y amigos y sonrisas algo nerviosas. Y es
que, no hay que olvidarlo, todos los chicos y chicas que ayer estaban firmando
su obra están dentro de la horquilla de los quince a diecisiete años.
Para
muchos de ellos esta era la primera incursión en un concurso literario pero el
talento y los dones que han demostrado para la literatura les auguran grandes
éxitos con trabajo y dedicación. Han sido capaces de plasmar miedos y pasiones,
ambientes, personajes y tramas acordes al Romanticismo. Su versatilidad les ha
permitido extrapolarlo del siglo XIX y darle vida en pleno siglo XXI. Han
jugado con las palabras, las construcciones sintácticas y han ido tejiendo un ambiente que imbuye al
lector/a en cada uno de los mencionados relatos.
Es
por ello que la obra que ya ha visto la luz, la obra de 2000 Románticos es, sin
duda, un claro ejemplo de la literatura juvenil. Nuestros jóvenes escriben y
leen mucho. Las redes sociales y las nuevas plataformas están dando
oportunidades para ir creciendo como escritores/as, mejorar la técnica,
participar en coloquios, simposios o encuentros literarios, lecturas
compartidas y grupos de discusión sobre múltiples temas. No, la literatura
juvenil no es de segunda fila ni merece menos que otros géneros.
Pero
sí necesita que se le dé la importancia y el espacio que merece. Ni más ni
menos. Dotar de oportunidades como este certamen que, año tras año, convoca a
más jóvenes a que se atrevan a escribir. A empoderar una profesión que nos
permite evadirnos de la realidad y vivir otras aventuras; que nos ayuda a
entrenar nuestra imaginación y dar rienda suela a la creatividad.
Y
podemos asegurar que con experiencias como estas, 2000 Románticos lo que hace
es preservar la importancia de la voz de los jóvenes hoy en día.
Se
cierra esta IV convocatoria del año 2019. Con la satisfacción y el trabajo bien
hecho sobre la mesa. Pero la literatura siempre es ávida y busca nuevas
fórmulas. Que no cunda el pánico. La V edición seguro que traerá nuevas
oportunidades a voces desconocidas y ayudará a aquellos que todavía hoy tienen
dudas de si lo que escriben es merecedor de ser leído. Y es que, como no podía
ser de otra manera, Virginia Woolf, tal y como abría la crónica debe cerrarla:
“la alegría está en el hacer”.